La sensación al terminar cualquier viaje.

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Ya no quedan palabras, todo lo dicho se fue con lo vivido y la experiencia gotea cual elixir alimentando imágenes que por descuido no tomo una cámara. Las risas y mormullos fueron apagados con la gratitud del recuerdo, simplemente no tengo palabras es todo silencio, imágenes, sensaciones, frio, sol, humo, agua, tierra, recuerdos. 

Ya sin tanta nostalgia (y ver que pedirme a mi dejarla de lado es difícil) 

Un viajecito a un lugar lejano, donde no escuches más que tu pensamiento y la oscuridad te regrese la mirada es siempre enriquecedor para el alma, aclara las aguas, permite el fluir, es como comida para el poeta. Este mundo cybercomunicado es grandioso porque rompemos la barrera de la distancia en cuestión de segundos, minutos si los datos fallan.
pero tanta inmediatez aburre... el caminar una gran colina para llegar a una pequeña tienda, perder el fuego en la cocina y recolectar leña, llenar los silencios con comentarios y no con propagandas, ser, dejar de ser y seguir siendo en medio de la nada, es que igual a la montaña le vale verga quien sós, de donde venís, cuántas copas tenés, todos terminamos siendo iguales si reconocemos la belleza del atardecer sin filtro amaro, los dinosaurios en el verde de las montañas que gritan ser gigantes dormidos, la belleza de las personas que acompañan nuestra experiencia y un saludo cordial al sol naciente que se retira con el cantar de cualquier variedad de animales atentos. Jahhh y se comenzara a hablar de los animales conocidos bastante fantasioso se tornaría mi relato.

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